sábado, 10 de septiembre de 2016

Madurez psicológica en la masturbación femenina.


El tópico afirma que masturbarse es cosa de mujeres inmaduras. En el lado opuesto está el que señala que es normal tanto masturbarse como no. En la red se mantiene la ambigüedad de que resulta tan normal masturbarse como no hacerlo; con la salvedad de que si se hace, se conoce mejor el propio cuerpo y se favorece el disfrute de las relaciones sexuales.
Sin embargo, existen evidencias sosteniendo que las mujeres que no se masturban no son “normales” o, si se prefiere, no son sexual ni psicológicamente sanas. Esas mujeres se encuentran entre las más inmaduras o disfuncionales; lejos de lo que venía sosteniéndose hasta ahora. Porque no es normal una represión tan masiva de los impulsos sexuales, como para impedir que el sujeto no manifieste su sexualidad de la forma más sencilla que es masturbándose. Permítanme que me extienda un poco más sobre esta idea para esclarecerla.
La experiencia clínica enseña que las mujeres completamente anorgásmicas que no se masturban se han visto influidas durante su infancia (justo en la etapa de adquisición de su sistema de valores) por el peso tres condicionantes de largo alcance.
Uno de ellos es una necesidad subjetiva, imperiosa, de disimular desde muy pronto sus impulsos sexuales; bien porque el ambiente social o familiar en el que se desarrollaron así se lo exigía; bien porque las dificultades personales de la joven le hacían ver como exigencia imperativa lo que sólo era un entorno social poco permisivo.
El otro condicionante es una ignorancia sexual superior a la mostrada por el resto de las mujeres del entorno donde ella se desenvuelve. Tal desconocimiento puede estar motivado por dos razones diferentes. Una, que la joven se haya desarrollado en una población pequeña, o no tanto, pero técnicamente aislada del resto de sus congéneres. O bien ha sido demasiado permeable y crédula respecto a los mitos sexuales, ignorando de forma sistemática los datos más objetivos que existen al respecto; porque no ha querido verlos, o porque no le han llegado por los cauces habituales.
Y, finalmente, ha jugado también un papel substancial en el desarrollo de esas mujeres una rígida influencia religiosa durante su infancia con su especial énfasis en los aspectos negativos y pecaminosos del sexo.
Tales fuerzas inhibidoras, al incidir sobre personalidades inmaduras, impiden que las jóvenes que se encuentran entre los seis años de edad hasta pasada la pubertad adquieran una experiencia sexual mínima (la que tienen las demás chicas), de las que la masturbación forma una parte esencial y es la más sencilla de todas. Esa falta de estímulos tempranos podría producir un deterioro físico y psíquico comparable al de cualquier otra clase de deprivación sensorial, tal y como apuntaba Money en 1978.
Pero la inmensa mayoría de las mujeres (90%) tiene capacidad orgásmica. Por lo tanto, si el orgasmo es una disposición femenina de carácter universal, puede colegirse que las mujeres orgásmicas constituyen la pauta y no una excepción entre las de su género. Luego, no resulta excesivo deducir de ello que sentir orgasmos es lo normalentre las mujeres; ellas sonconstitucionalmenteorgásmicas. Este es un punto importante a tener en cuenta.
Si, como se ha visto en otra parte, casi la totalidadde estas mujeres orgásmicas se masturban (lo hacen entre el 91% y el 99% de ellas), no puede sostenerse que todas ellas sean anormales; salvo que haya quien insista en que la masturbación lo es, y sea partidario de la generalización estereotipada e inexacta de que todas las mujeres son unas inmaduras o tienen el cráneo vacío (también algunas mujeres gustan de aplicar esa imagen a los hombres).
El razonamiento debe realizarse al revés: desde los datos observados hacia el concepto que nos muestran. Por eso, lo que esa frecuencia marca es el modelo de comportamiento que cabe esperar en el género femenino. O, lo que es lo mismo, tal información nos permite inferir que lo normal y frecuente es quetodas las mujeres que son orgásmicas se masturben(o casi todas, para dar lugar a la existencia de excepciones). De hecho, lo hacen. Y, por si eso fuera poco, la forma más eficaz de alcanzar el orgasmo entre ellas es, precisamente, mediante la masturbación; con una probabilidad de obtenerlo por este método que oscila entre el 90% y el 96%, según han encontrado distintos investigadores.
Son las mujeres incapaces de experimentar orgasmos por cualquier medio (10%) las que revelan tener dificultades con su sexualidad masturbándose a niveles de frecuencia muy por debajo de lo esperado; de lo que es normal (o frecuente) entre las orgásmicas. No puede extrañar que esas mujeres incapaces de extraer alivio de las tensiones sexuales generadas por la automanipulación genital se masturben poco o nada. Pese a todo, un número nada desdeñable de ellas (entre el 40% y el 48%) lo hacen; porque disfrutan de las sensaciones eróticas que despiertan mediante esa práctica, aunque no tengan después un orgasmo reparador.
Las mujeres anorgásmicas se diferencian de las que sí lo son porque sienten una mayor incomodidad al hablar con su pareja de la estimulación del clítoris. Tienen actitudes más negativas acerca de la masturbación, más sentimientos de culpa en relación con el sexo y una creencia más firme que las demás en los diferentes mitos sexuales que presiden nuestro (des)conocimiento colectivo acerca de la sexualidad.
Todo ello da pie para afirmar no sólo que la masturbación sea algo natural entre las mujeres (las orgásmicas al menos) sino que lo anormal es que el género femenino no se masturbe. Es una afirmación bastante rotunda que no siempre se formula con esta claridad. Y, sin embargo, existen datos que justifican la afirmación de que las mujeres que no se masturban no son normales; o, si se prefiere: tienen algún problema que bloquea el ejercicio más sencillo de su sexualidad que es masturbarse.
Las mujeres que no se masturban presentan unas características personales que justifican esa conclusión. Ya se ha comentado que la ausencia sistemática de la tendencia que tiene todo ser humano a buscar la satisfacción sexual, aunque sea masturbatoria (excluyendo los casos que por razones orgánicas tienen dificultades en este terreno), indica una represión masiva de las pulsiones sexuales. Y eso constituye más un signo de neurosis que de virtud.
         Los datos muestran que las mujeres que no se masturban, o que dicen no hacerlo, sienten muy bajo aprecio por su propia sexualidad y proceden de un ambiente familiar donde los temas sexuales nunca han sido discutidos abiertamente. Lo contrario de lo que se encuentra entre las que se masturban.
Sin embargo, estos dos elementos no son suficientes por sí mismos para definir el perfil de la mujer que no se masturba. Ambos se encuentran ampliamente difundidos entre la población general sin que afecten por ello a todas las mujeres en la misma dirección. Deben existir otros factores que puedan explicar la existencia de mujeres que afirman no masturbarse.
Uno de esos ingredientes se encuentra en la propia mujer. Lo que podríamos llamar elterreno sobre el que asientan las influencias sociales.
Las que no se masturban, a diferencia de las que sí lo hacen, son mujeres más introvertidas, con escasa asertividad social y actitudes más negativas hacia la masturbación y el coito; lo que las lleva a disfrutar poco de su sexualidad y a mantener una vida sexual menos activa. Estas mujeres, sexualmente más apocadas y poco asertivas, tienen un deseo sexual de baja potencia y disfrutan de un número menor de orgasmos en el coito, encontrándose, además, sexualmente menos satisfechas con sus relaciones de pareja que las que son más lanzadas en el terreno sexual.
         Existen numerosas evidencias de que las mujeres que no se masturban padecen disfunciones sexuales con mayor frecuencia. Prácticamente, dos de cada tres (65%) de estas mujeres no alcanzan el orgasmo durante el coito, mientras que las que afirman masturbarse lo sienten con mayor regularidad (entre un 87% y un 97% de ellas).
Además de la menor frecuencia de los orgasmos en la cópula, las mujeres que niegan practicar el autoerotismo presentan un carácter peculiar: puntúan más alto que las otras en introversión, rigidez obsesiva, escrupulosidad yneuroticismo.
Existen otras investigaciones que han relacionado, también, la ausencia del autoerotismo entre las mujeres con una baja autoestima sexual, escasa asertividad erótica, un rechazo mayor hacia la sexualidad en general, numerosas dificultades de relación con sus parejas y, nuevamente, con un carácter neurótico.

El neuroticismo de las mujeres que no se masturban supone una inestabilidad e inmadurez emocional que las hace especialmente frágiles frente al mundo exterior, con un nivel de tolerancia a las frustraciones muy bajo: “ser muy sensibles” a las incidencias negativas de la vida, por banales que sean, es una queja muy común entre ellas. Esa inseguridad les llena de inhibiciones. Ser tan vulnerables e inseguras, tan permeables a las influencias coercitivas externas, resulta insufrible. Por eso, estas mujeres tienden a crear una imagen idealizada de sí mismas (el “complejo de ángel” según la escuela de Caruso195) a la que intentan ajustar tanto su comportamiento como el de los demás. Pero eso resulta muy difícil, porque los demás no ven esa imagen interior idealizada, invisible, sino la que se deja ver realmente (con frecuencia, muy alejada de la que la paciente cree estar mostrando de sí misma). Por tal circunstancia, las neuróticas siempre se encuentran insatisfechas con el trato que reciben de los demás: “no me comprenden”, o “doy bastante más de lo que recibo”, son quejas que repiten con frecuencia.
Por eso son tan vulnerables y receptivas a las ideas ajenas que les alimenten esa idea angelical que tienen de sí mismas. Y, por tal razón, gustan de acercarse a aquellos movimientos o sistemas de referencia que les ofrezcan alguna seguridad; que tengan códigos de conducta bien establecidos en los que el riesgo de equivocación no existe, donde la responsabilidad sobre los propios actos queda lejos de sí y puede atribuirse a una fuerza externa, donde se refleje bien esa imagen angelical y trascendente de ellas mismas.
Tales razones permiten enraizar sólidamente la idea de que no masturbarse es algo virtuoso, porque refuerza el “complejo de ángel” que tanto necesitan para sobrevivir. Por eso se adhieren con rigidez a sistemas de valores que muestran caminos muy claros y les dictan lo que deben hacer y lo que no, estableciendo un límite franco entre lo que está bien hecho y lo que está mal. Y, así, se aferrarán a la idea que las religiones transmiten acerca de la masturbación y a los mitos sexuales sin criticarlos verdaderamente.

            Varias investigaciones señalan que las féminas que comunican no masturbarse suelen tener una frecuentación religiosa mayor que la de las que sí lo hacen. Este hallazgo es independiente de la religión practicada, si bien las confesiones que acumulan una proporción mayor de estas mujeres son la católica y la judía. Lo contrario también es cierto: las señoras que se confiesan agnósticas son las que más reconocen masturbarse (95%).
Resulta especialmente ilustrativa esta asociación entre las mujeres que afirman no masturbarse (no se sabe si no lo hacen de verdad o son más recalcitrantes en ocultarlo) y la religión, porque también se ha descubierto que las personas con mayor práctica religiosa son, precisamente, másneuróticas que las que no practican. Lo que nos devuelve al punto de discusión anterior que asociaba el neuroticismo con la ausencia de experiencias autoeróticas o su negativa a reconocerlo.
En líneas generales, se ha encontrado que las mujeres que aducen razones morales o religiosas para no tener relaciones sexuales, incluso aquellas que señalan no hacerlo porque “no sienten necesidad”, guardan una gran semejanza con las que dicen que no se masturban: todas ellas puntúan más alto en los tests de neuroticismo que las que hacen las afirmaciones contrarias. De hecho, a mayorneuroticismo menor es la experiencia sexual de todo tipo que comunican las mujeres, masturbación incluida. Y son másneuróticas las que acuden a los servicios religiosos que las que no lo hacen; y tanto más neuróticas aún cuanto más diariamente frecuenten esos servicios.
Esta asociación entre la frecuentación religiosa y la ausencia de masturbación no puede ser casual, pues se observa incluso en culturas muy diferentes a la nuestra.
Las chicas adolescentes de Samoa se masturbaban libremente desde los seis años de edad y no sentían demasiados pudores a la hora de hablar de ello (hablo en pasado porque su potencial aculturación puede haber cambiado las cosas). Pero las que comunicaron a Margaret Mead que no se masturbaban habían pasado en su mayoría (dos de tres) una larga temporada trabajando en la casa del misionero, cosa que no sucedía entre las que admitieron practicar esa actividad sexual. Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Así pues, las mujeres que afirman no masturbarse son anorgásmicas, introvertidas, escrupulosas, inhibidas sexual y socialmente, ignorantes respecto a las cosas relacionadas con la sexualidad, creen férreamente en los mitos sexuales, y son frecuentadoras de los servicios religiosos y neuróticas.
Decididamente, existen razones empíricas de peso para afirmar sin ambages que es más normal que las mujeres se masturben a que no lo hagan. Y que practiquen la masturbación desde su infancia durante toda su vida, también lo es; sean célibes o estén emparejadas. Dicho de otra manera: las mujeres que se masturban son normales. Y lo que se puede decir de las pocas mujeres que no lo hacen es lo mismo que se afirma respecto a los hombres que se encuentran en la misma situación: tienen un problema.
La imagen tradicional que asocia masturbación con inmadurez es falsa; lo cierto es justo lo contrario.

         Pueden encontrar las referencias en las que se basa este artículo en mis libros gratuitos sobre la MASTURBACIÓN FEMENINA y sobre ls SEXUALIDAD FEMENINA. Quienes estén interesados en ellos, pueden pedírmelos a mi correo electrónicos que se los enviaré en formato pdf (y gratis).



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Jesús Ramos Brieva                             

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