Investigación

(en desarrollo)


Siempre me he sentido atraído por la investigación. En mi infancia hacía incontables pequeños experimentos (abiertamente inútiles) y sentía una gran curiosidad por los más variados temas científicos. Me atraía mucho la incipiente carrera espacial y todo lo relacionado con las estrellas (diseñé algunos cohetes sobre el tablero y construí otros, muy elementales, que volaban; aunque alguno explotó en la base de lanzamiento; a la NASA también le ha ocurrido). Aún conservo un libro sobre el Universo que me compró mi padre por aquel entonces y extraigo no poco placer comparando las cosas que afirmaba aquel texto con lo que sabemos del Cosmos ahora. ¡Cuánto han cambiado las cosas y cuán ingenuas parecen hoy algunas predicciones de entonces!
También en mi niñez me impresionó mucho la lectura del libro de Santiago Ramón y Cajal titulado “Páginas de mi vida” que publicó en 1954 la Editorial Aguilar en uno de sus minivolúmenes extra de la Colección Crisol.
Cuando finalicé la carrera de Medicina y tuve que decidir dónde acudir para especializarme en Psiquiatría, el hecho de aprender a investigar jugó un papel importante. Por eso me dirigí al Hospital Clínico de “San Carlos de Madrid; uno de los pocos hospitales generales de la época que tenían Servicio de Psiquiatría que estaba dirigido, además, por el por aquel entonces prestigioso profesor Juan José López-Ibor (padre).
Llegué con la intención de iniciar carrera universitaria, porque pensaba que la investigación se encontraba ahí, en la Universidad.
En aquella época, prácticamente todas las oposiciones a catedrático o a profesor titular (entonces: profesor adjunto) de Psiquiatría se celebraban allí: en “el Clínico” y en “la Complutense”, la Universidad a la que ese hospital está adscrito. Era una atalaya perfecta para comprobar cómo se cocía el mundo universitario en mi especialidad, al menos. Y, así, fui testigo directo de muchas oposiciones, y conocí los curricula, de numerosos profesores universitarios de toda la geografía española.
No tardé mucho tiempo en convencerme de que aquel ámbito académico, tal y como estaba formulado en la época, no era para mí; por lo que no me costó mucho renunciar a iniciarme en el mundo universitario.
Fue una suerte, porque eso me permitió descubrir que también existía investigación en el espacio hospitalario, fuera de la Universidad. Y así me inicié en ese camino de la mano de José Luis Ayuso Gutiérrez, el psiquiatra que más investigaba entonces en aquel Servicio. Él fue quien me dio las primeras nociones del método científico-experimental aplicado a la investigación psiquiátrica.
Mis intereses en la investigación están muy influidos por la Escuela donde me formé; la de “López-Ibor” (padre), también conocida como “la escuela de Madrid”. Siempre me fascinaron los trastornos del ánimo; básicamente la depresión, aunque también la ansiedad, y algunos viejos conceptos aparentemente intangibles relacionados con ellos que poca gente se ha interesado en estudiar, esa es la verdad. Investigando, me he sentido solo en numerosas ocasiones.

Y así, desarrollé rápidamente tres líneas de investigación, mías propias.

-Una, interesada en estudiar diferentes conceptos de la psicopatología tradicional, sometiéndolos a las modernas técnicas de análisis estadístico (en el marco de la llamada psicopatología cuantitativa), relacionados con la distinta cualidad del ánimo deprimido respecto a la tristeza común; el continuum neurótico-depresivo, en el marco conceptual de las “neurosis como enfermedades del ánimo”; la situación actual de la clásica clasificación neurótico/endógena de las depresiones; la búsqueda de lo esencial para establecer el diagnóstico de depresión; la validez de constructo de los conceptos de depresión endógena y de distimia.
-Otra, se centró en el desarrollo y validación de instrumentos de medida (escalas, cuestionarios, etc.) para su uso en psiquiatría y psicología.
-Y otra me permitió desarrollar varios algoritmos de decisión.

Y si alguien se empeña en buscar por el camino, lo extraño es no encontrar. Y yo realicé algunos hallazgos dignos de ser resaltados (los enlaces remiten a las publicaciones originales).


PSICOPATOLOGÍA de las alteraciones de ánimo
  • Hemos confirmado que existe una cualidad diferente del ánimo depresivo respecto a la tristeza común y, también, de la angustia vital respecto al miedo común.
  • Hemos comprobado la existencia real de un continuum anímico patológico entre la depresión y las neurosis. Confirmando las  observaciones de López Ibor.
  • Hemos demostrado la escasa validez de constructo del concepto tradicional de depresión endógena y hemos propuesto una modernización del mismo.
  • Para explicar la existencia de dos síndromes depresivos, el “neurotiforme” y el “endogeniforme”, hemos desarrollado la llamada Hipótesis secuencial de la depresión. Que señala que ambos síndromes no se refieren a dos depresiones distintas sino a dos momentos evolutivos diferentes de la misma enfermedad.
  • Dado lo equívoco que supone llamar tristeza” vital o patológica (Kurt Schneider) a lo “esencial” de las depresiones, hemos sugerido llamarlo de otro modo: Anelasticoendostenia.
  • Dado que se ha demostrado que los psiquiatras utilizan unos pocos síntomas para diagnosticar depresión, hemos desarrollado un nuevo criterio diagnóstico para la depresión basado en los pocos y esenciales síntomas que se encuentran en la base de la anelasticoendostenia.
(No utilizo el plural mayestático cuando escribo “hemos”; me refiero a que la Dra Amelia Cordero Villafáfila y yo, hemos trabajado en ello)

INSTRUMENTOS VALIDADOS
Validación de escalas ajenas
Desarrollo y validación de instrumentos propios

ALGORITMOS DE DECISIONES PROPIOS

  • INRESO (Índice de Reinserción Social; aplicable para la desinstitucionalización de los enfermos mentales)
  • JAPETO (cálculo de las necesidades de camas y personal asistencial en Salud Mental a partir de los datos epidemiológicos sobre la población general [morbilidad real] y los recursos que se está dispuestos a implementar [morbilidad administrativa])